Aunque pueda parecer un comentario áspero sobre un hombre al que muchos consideran uno de los grandes oradores de su tiempo, hoy Barack Obama por fin tendrá la oportunidad de hacer un discurso memorable. No obstante, el político ha perfeccionado el arte de ganarse a la gente también cuando habla poco.
El pasado mes de agosto asistí a la convención del partido Demócrata en la que Obama pronunció un discurso aceptando la nominación a la presidencia. Aunque resultó cautivador y conmovedor, por extraño que parezca, no puedo recordar nada de lo que dijo. Lo mismo ocurrió con el discurso de Obama en Berlín.
Aunque congregó a cientos de miles de personas, pocos son capaces de recordar una sola frase de su discurso. La amnesia Obama parece estar bastante extendida. Según un breve sondeo, la única frase del nuevo presidente que sin duda ha quedado almacenada en la memoria colectiva es “Yes we can.” Sólo algunos de los encuestados mencionaron “el cambio en el que podemos creer”.
Durante el estudio, hubo un consenso generalizado sobre la calidad de su disertación sobre el racismo en EEUU, aunque nadie podía recordar detalles de la alocución. No cabe duda de que hoy, cuando pronuncie su discurso inaugural en Washington, Obama volverá a impresionar a la audiencia. Tendrá además la oportunidad de realizar una alocución que recordará la historia, aunque quizás, en esta ocasión sea también más aconsejable volver a dejar pasar la oportunidad.
Al fin y al cabo, en el caso de Barack Obama, él mismo es el mensaje. Obama inspira no por lo que dice, sino por lo que es.
Michael Gerson, redactor de los discursos de George W. Bush, asegura que cuando se sentó a leer los discursos inaugurales de todos los anteriores presidentes, llegó a la conclusión de que el tema central de la historia de EEUU era la raza. Simplemente con subirse al escenario en el que se convertirá en el primer presidente negro de la historia de EEUU, Obama enviará un mensaje de cambio y reconciliación.
Pero no es sólo el color de piel de Obama el que envía un mensaje tan poderoso. A pesar de que no diga nada extraordinario, tiene el don de hacer que lo parezca. Su talento como orador y su inteligencia supondrán un alivio para la audiencia frente a la asombrosa dificultad de expresión que caracterizaba a Bush. Será positivo contar con un presidente de EEUU que inspire esperanza en lugar de ridículo cada vez que se pronuncia.
Durante la campaña electoral, Obama envió otro mensaje poderoso manteniendo la calma frente a la crisis. Su competidor, John McCain, se mostró melodramático cuando abordó el tema de las dificultades que atravesaba Wall Street. Obama mantuvo el aplomo. Lo que impresionó al electorado no fue lo que dijo sobre la crisis financiera, sino su comportamiento, que ya entonces pareció presidencial.
El nuevo presidente es consciente de que a sus cualidades oratorias se suma su fuerza como político. En el prólogo de su libro, La audacia de la esperanza, escribía: “puedo convertirme en una pantalla en blanco en la que personas de tendencias políticas muy distintas proyecten sus propias ideas”. Todo apunta a que Obama utilizará esta máxima no sólo en EEUU, sino en el resto del mundo.
Sin duda, las encuestas ponen de manifiesto que su popularidad en el extranjero es incluso superior a la que disfruta en su propio país. Aun así, el resto del mundo no tiene demasiados argumentos en los que basarse. Mucho se ha hablado de su aspecto y su capacidad de oratoria. Se sabe que se opuso a la Guerra de Irak, que es un férreo defensor del diálogo y que poco tiene que ver con el presidente Bush. Este último aspecto es fundamental. Las elecciones presidenciales pusieron de manifiesto la tensión entre dos naciones, no sólo la de los republicanos y la de los demócratas que Obama se ha comprometido a reconciliar, sino la división entre el carácter excepcional y universal de EEUU.
El carácter excepcional mantendría a EEUU alejado del resto del mundo. Se trataría de un país sin pasaporte, del EEUU de Sarah Palin, la candidata republicana a la vicepresidencia. Un EEUU dirigido por los excepcionalistas optaría por el aislacionismo. En cambio, una política universalista habla de un EEUU que mira al exterior y que desarrolla sus relaciones con el resto del mundo, una tendencia que parece ir en aumento y que refleja el futuro del país. Según una reciente encuesta realizada por Zogby International, más de la mitad de los estadounidenses de entre 18 y 29 años afirmaron tener amigos o familia que viven fuera de EEUU.
Al atraer a inmigrantes del resto del mundo, EEUU puede considerarse una “nación universal”. Obama parece personificar una clase de EEUU totalmente distinta a la monocultural representada por Bush. De padre keniata, pasó parte de su infancia en Indonesia y su segundo nombre, Hussein, le vincula al mundo islámico. En su país, como en el resto del mundo, el nuevo presidente de EEUU se convertirá en una pantalla en blanco sobre la que la gente podrá proyectar sus propias ideas y esperanzas. Hoy, cuando pronuncie su discurso inaugural, Obama podrá seguir siendo fiel a las alocuciones que han encandilado a tantos ciudadanos de EEUU y del resto del mundo. No obstante, cuando asuma el cargo, todo cambiará. Gobernar implica elegir. Como presidente, Obama será juzgado por sus actos, no por lo que es o por lo que dice.
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